LA VIDA SIN PRISA. TIC-TAC. TIC-TAC...

La vida es un tic-tac que se puede llenar con una redonda, o con dos blancas, o con cuatro... Todo estará bien siempre que sea con algo que merezca la pena y ... sin prisa.

jueves, 9 de febrero de 2012

El decálogo. Consejos para dar a los hijos 3: ””Aprende a oír: las oportunidades llaman a veces con voz muy baja.”

”Aprende a oír: las oportunidades llaman a veces con voz muy baja.”
Tanto que cualquier ruido, cualquier distracción nos impide escuchar con atención y cualquier preocupación nos hará pensar en amenaza antes que en oportunidad.
Tómate el tiempo y la tranquilidad necesaria para analizar con distancia los acontecimientos de la vida. No tomes apresuradamente los cambios como una amenaza ni los acojas sin valorarlos. Se prudente, pero sin cerrar tu mente a nada. Sé hábil y convierte lo irremediable en trampolín. Sé generoso contigo mismo y proporciónate oportunidades aunque te supongan vencer la pereza.
Por no perder ninguna oportunidad cuando me parecía que iba a tener muy pocas, me prometí no rechazar ningún ofrecimiento de distracción o de salir de la amargura. Y me ha funcionado. Aunque esa predisposición para aceptar inmediatamente cualquier oportunidad, me ha hecho tomar alguna decisión imprudente o improcedente e incluso perjudicial
Sé también astuto. Con la astucia sana del inteligente, no con la del traidor.
.
A veces, no es que las oportunidades llamen con voz muy baja, lo que ocurre es que tenemos un tapón en los oídos que nos impide escuchar.
Al cielo hay que mirarlo en la noche y en silencio porque ahí está, a la vista, el sinfín de rutilantes oportunidades recordándonos a quienes estamos aquí, sobre el suelo, que los logros se concretan en la Tierra. Ten ilusión, pero no seas iluso
No te mientas a ti mismo, aunque mientas a los demás.
No te digo que mientas, no. Lo que quiero decir es que no te engañes con argumentos de los que darías como disculpa al ser sorprendido en falta.
Si te pillan en renuncio, aprovecha la ocasión para aprender y rentabilizar tu error a tu favor y al de los demás.
Tampoco seas imprudente, pero que la excesiva prudencia no te paralice.
La astucia es una oportunidad magnífica de validar las percepciones, esas que te dicen sin palabras hacia dónde dirigirte, con quién encontrarte, qué buscar, dónde mirar, qué escuchar
En cualquier caso, será preferible rectificar, si es posible, al habernos equivocado, que no hacer, rechazar toda oportunidad y no emprender nuevas rutas.
Si te encuentras paralizado, aturdido, abatido y no sabes qué hacer. Y esto te hunde en la amargura y la tristeza. Si te notas incapaz, recuerda que no estás sólo, que tienes amigos, familia, gente que te quiere y apóyate en ellos.
Si crees que no tienes en quien apoyarte en tu entorno, busca ayuda. Pero ayuda de confianza, sé astuto también
En esto
Si es al contrario y eres tú quien puede ayudar a alguien para quitarse los tapones de los oídos, hazlo con tacto, ayudando al otro a que descubra su camino, a que analice las causas de su problema y hazlo con amor, con cariño, como te hubiese gustado que obrasen contigo.
Yo no he sabido hacerlo siempre así. Con las personas que más quiero, me resulta más difícil. Creo que me duele mucho ver mal a alguien querido y ese dolor me bloquea.

Te ofrezco aquí una historia, un cuentecillo al respecto que he visto publicado por ahí.´
“Ahora siento y pienso adentro lo que habrá dentro de mí,
Yo la busco y no la encuentro, mi manera de sentir,
Mi manera de sentir, mi manera de sentir,
Yo la busco y no la encuentro, alegría de vivir.”

La barbería del Sur

Jesús escuchaba esta canción una y otra vez. Se sentía un poco perdido y quería sumergirse (quizás ahogarse) en la profundidad de su sentimiento. Creía que mágicamente surgiría un remedio, y que con ello despertaría de su tristeza y la vida le sonreiría nuevamente.

Un día no pudo más y confesó a Gonzalo, su mejor amigo, que sentía que esta vez no podría levantarse. Gonzalo escuchó atentamente y supo que tendría que hacer algo más que simplemente asentir con su cabeza, decir despreocupadamente “que ya lo malo pasaría” o indicarle a su amigo la receta que con tantas ansias estaba esperando. Jesús necesitaba mucho más. Podía percibirlo en sus gestos, en su voz, en su mirada.

Sin pensarlo mucho, Gonzalo planificó un fin de semana en Cercedilla, donde de niños habían acampado tantas veces. Jesús no estaba muy convencido de que eso fuese a ayudar, pero aceptó. No perdía nada con ir. Era eso, o escuchar canciones melancólicas todo el día.
El sábado a primera hora de la mañana, Jesús y Gonzalo iniciaron el paseo que los llevaría hasta el alto. Gonzalo no había pronunciado una sola palabra en todo el camino. Jesús se sentía un poco desconcertado. A mitad de camino, llegaron a una explanada, desde la cual podían divisar la ciudad, lejos del ruido y el ajetreo. Gonzalo pidió a su amigo que le indicara que veía.

Jesús bromeó:
- Veo Madrid de la manera que más me gusta, tranquila en la distancia.
Horas más tarde, con una taza de café caliente entre sus manos, Jesús preguntó a Gonzalo porqué había estado tan callado todo el paseo. Gonzalo dijo:

- supuse que ibas a preguntar esto. Sabes que hablo mucho, pero esta vez quería escucharte, y más importante que eso, quería que te escucharas a ti mismo.
- ¿Escucharme a mí mismo?, dijo Jesús.
- Cuando te pedí que me dijeras que veías desde la explanada, comentaste que veías tranquilidad en la distancia.
- Sí, eso dije.
- ¿Cómo te sientes cuando estás en medio de Madrid, entre la gente, el tráfico, sin poder pensar?, preguntó Gonzalo.
- No muy distinto de como me he sentido toda la semana.
- ¿Crees que podrías hacer algo para sentirte tranquilo en la distancia, con tus problemas?
- No lo sé, me cuesta pensar que puedo sentirme nuevamente alegre.
- ¿Cómo te sientes ahora?
- Sin duda, ahora estoy alegre, pero no puedes comparar estar aquí, en medio de este paraíso y estar ahí abajo, donde están mis problemas esperando.

- ¿Por qué tus problemas no están aquí contigo?

- Ya te lo dije, porque me siento alegre. Estoy aquí con mi mejor amigo, la tarde está espectacular, he vuelto a escuchar nuevamente el cantar de los herrerillos que hace tiempo ni veía, me he reído mientras los niños jugaban alegremente cerca de mí y he sentido la brisa de la montaña en mi rostro.

- ¿Te das cuenta de lo que acabas de decir Jesús?

- No he dicho nada importante.

- Sí que lo has dicho. Yo acabo de escucharte decir que tus problemas te dejan tranquilo cuando te sientes alegre.
-¿Qué te parece si intentas imaginar que te colocas las gafas de la alegría, para sentirte bien allá abajo, en la ciudad?
- No me parece sencillo Gonzalo, aunque debo reconocer que tienes razón. No me he escuchado en mucho tiempo, ni he escuchado a amigos que como tu, me han ofrecido alternativas. Simplemente me he dedicado a juzgar negativamente lo que me han dicho. Sé lo que debo hacer para sentirme mejor, pero no he hecho nada.
- Por esto te he traído aquí. Sabía que para “escucharte más” debía “hablar menos”.
- Me conoces bien, finalizó Jesús, quien luego de un silencioso viaje había escuchado más de lo que pudo imaginar.
Fin del cuento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario