LA VIDA SIN PRISA. TIC-TAC. TIC-TAC...

La vida es un tic-tac que se puede llenar con una redonda, o con dos blancas, o con cuatro... Todo estará bien siempre que sea con algo que merezca la pena y ... sin prisa.

miércoles, 4 de abril de 2012

El perro sin amo.

No es esta la primera vez que me pasa, pero sí ha sido la vez que más susto he tenido.
Quizás haya sido por el tamaño del perro.
A veces, cuando camino con el bastón por la calle, me encuentro con personas que llevan perros paseando con ellos. Supongo que todos con su correa de la mano. Esto no suele suponer ningún problema más allá de que, en ocasiones, se enredan la correa y mi bastón.
Pero también me han ocurrido algunos incidentes como el que voy a contar aquí y que me han dejado un cuerpecillo que “p´ a queé”.
Dando un paseo por la calle de la trasera de casa, terreno conocido, iba yo tranquilo cuando oigo ladridos i, como se iban acercando con rapidez, me hacen ponerme en modo de alerta. (El modo alerta es cuando se te tensan casi todos los músculos y se te ponen las orejas tiesas. En ocasiones, se eriza el vello.)
En modo alerta, siento que los ladridos dan paso a un trote perruno que se dirige a mí. Me extraño de que nadie hable al perro y llego a pensar que está solo, sin amo.
Confieso que el sustillo que tenía al principio, ya había dejado paso al pánico. Quizás porque los ladridos hablaban de un perro bastante grande y la ausencia de voces humanas, delataba la posibilidad de que el animal se encontrase sin control.
Sí, pasé miedo. Pero sólo hasta que el perro se acercó hasta mí. Entonces, el animalito hizo lo que suelen hacer los de su especie: me reconoció con su hocico y dio un par de vueltas a mí alrededor.
Yo, que a estas alturas de la relación, había recuperado cierta compostura y supongo que un poco de color en la cara, me atreví a hablar al perro e incluso a tantear para hacerle alguna caricia. (Luego, cuando me volví a quedar solo, pensé que vaya osadía la mía al echar mano a no se sabe qué…).
En este tanteo, descubro que el perro lleva correa al cuello y que al otro extremo no hay nadie. Pienso entonces que el perro se ha escapado y ya casi estaba dispuesto a hacerme cargo de la situación y del perro, cuando oigo un silbido no demasiado lejano, unos cien metros o así.
El perro, que reconoció la procedencia del silbido, se largó a la carrera, sin despedirse.
Para recomponerme, busqué un banco y me senté. Mis cavilaciones no llegaron a ninguna conclusión:
¿El perro se había escapado y el amo no le había llamado porque corría tras él y no tenía resuello?
¿El amo era mudo o un desgraciado?
En fin, cualquiera sabe. El caso es que es de muy mal gusto el dejar que las personas se asusten sin necesidad. Ese silbido llamando al perro, hecho un poco antes, podría haberme librado del buen susto que me llevé.
Lo de que la persona en cuestión no se molestase en decirme nada después del incidente, sí que me parece mal.
¿Sería mudo o muda?
Pero es que pasó a mi lado, yo lo noté, y no dijo nada.
Al llegar a casa, se me vino a la cabeza la idea de que se trataba de alguien conocido que no había querido saludarme y que, al sentirse avergonzado por sus múltiples pecados, optó por ahorrarse las explicaciones e hizo un mutis elocuente.
¿Qué te parece a ti?

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