LA VIDA SIN PRISA. TIC-TAC. TIC-TAC...

La vida es un tic-tac que se puede llenar con una redonda, o con dos blancas, o con cuatro... Todo estará bien siempre que sea con algo que merezca la pena y ... sin prisa.

jueves, 5 de abril de 2012

FELIPE Y ALFONSO:

Felipe y Alfonso no se conocen y creo que nunca llegarán a conocerse. En este plano de la realidad, claro.
El caso es que ellos están pero no del todo. Creo que no quiero saber que es lo que pasa por su cabeza todo el tiempo. Ni siquiera lo que pasa por ella en ese momento en el que parecen entender lo que les digo, en el que parecen saber lo que quieren decir.
No me preguntes el por qué. No quiero. Me duele, me molesta.
Que no lo tengo asumido.
Ambos tienen algo en común pero el haberlos conocido en momentos distintos de su vida los hace para mí distintos. A Felipe lo he conocido recientemente, ya portador de su nueva personalidad. Con Alfonso he compartido charla y mesa en otras condiciones. ¿Será por eso que me rechina más su estado?
En muchas ocasiones me he escuchado decir a mí mismo que no hay desgracia que sea buena, que no hay peor mal para uno que el que uno tiene.
Pero esto es otra cosa. Si el que padece una enfermedad de estas, no se entera de que la padece y, por lo tanto, no sufre por ello, puede que sea más llevadera para él y para los que le cuidan.
Por el contrario, si se es consciente de lo que ocurre, hay más posibilidades de que todos sufran más.
¡Que cosa tan frágil es la felicidad!
Yo, para defenderme de los estragos de la enfermedad, estoy escribiendo mis historias, mis pensamientos, mis recuerdos. No es una idea original. Ya hay quien está elaborando y alimentando su propio banco de recuerdos.
Así, si es que viene a visitarte el olvido, habrá alguien que pueda ayudarte a vivir de nuevo leyéndote tus recuerdos.
Pero vamos a lo que íbamos.
Yo no sé cómo alimentar el banco de los recuerdos de Felipe. Sólo conozco de oídas que era y es, un hombre más cariñoso y efusivo que la media de los de su pueblo y esto ya dice mucho de alguien que pueda ser recordado por ello y por los excelentes muebles que era capaz de hacer. Pero sí el de Alfonso.
En cierta ocasión, estaban Alfonso y Paquita, su esposa, preparando la mesa de domingo para comer en familia. Lo harían los tres: Paquita, Alfonso y Alfonsito.
El bueno de Alfonsito, que era un tragaldabas de cuidado, se percató que en la mesa había una latilla de almejas abierta. Era el aperitivo que más le gustaba a Alfonso.
Entre ida y venida a traer y llevar, Alfonsito iba picando almejas.
Cuando llegaron a la mesa los tres, sólo quedaba una triste almeja nadando en el caldillo.
Paquita y Alfonso, se quedaron petrificados mirándose a la cara sin pronunciar palabra.
Alfonsito, que pensó que sus padres no querían almejas, al grito de:
¡Ah, que no queréis! Pues me la como yo. En un pestañear, se la zampó.
Alfonso se marchó sin decir palabra a dormir la siesta.
Puede que no fuese exactamente así lo que ocurrió, pero, a mí, me ha venido así a la cabeza.
Salud, Alfonso.
Salud, Felipe.,

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