LA VIDA SIN PRISA. TIC-TAC. TIC-TAC...

La vida es un tic-tac que se puede llenar con una redonda, o con dos blancas, o con cuatro... Todo estará bien siempre que sea con algo que merezca la pena y ... sin prisa.

lunes, 2 de abril de 2012

Me estoy volviendo loca.

No sé cuántas horas llevo en este rincón. Me estoy volviendo loca.
Si, por lo menos, apagasen un rato la luz, podría descansar un poco.
Ese foco empotrado en el techo. Esa luz sin matices. Completamente blanca. Asquerosamente blanca. De un blanco que huele a formol. Huele a desinfección.
El punto rojo de la cámara ha dejado de parpadear hace rato. ¿Qué significará eso?
Que no funciona. Que no graba. Que ya no les intereso.
No me quedan heces. No me queda orina. No me queda nada en el estómago. No me quedan lágrimas ni mocos.
Pero, ¡por Dios! ¿Cómo no se me habrá ocurrido antes?
Saliva, me queda la saliva.
No es mucho recurso, no. Contra la locura de la luz blanca, sólo me queda la saliva. Y poca, porque noto la boca seca.
Creo que podré reunir lo suficiente para formar un gargajo que, con buena puntería haré llegar hasta el piloto rojo de la cámara.
Pensándolo bien, no debería malgastar mis penúltimos jugos en jugar. Porque esto es lo que estoy haciendo: jugar.
Sí, he dicho penúltimo. Tengo más jugos, pero con la camisa de fuerza puesta, no tengo acceso a ellos…


Viene alguien, oigo sus pasos, Claaaaaasssspppppssppppsssspppp, Claaaaaasssspppppssppppsssspppp,
La cerradura. Charkleeengggg Xaarsnkckclrrchchj, Xaarsnkckclrrchchj, Xaarsnkckclrrchchj.
Ahora el chirrido de la puerta. Chiiiiiiiiirrrriiiichirrrriiiiii. Chiiiiiiiiirrrriiiichirrrriiiiii. Chiiiiiiiiirrrriiiichirrrriiiiii. Chiiiiiiiiirrrriiiichirrrriiiiii.
- Bueno, has tenido suerte. Que te quede claro que por mí, seguirías aquí dentro, pero al jefe le parece suficiente con que lleves veinticuatro horas tranquila. ¡Vamos, de pie!
Esto ha sido un golpe de suerte. Si llego a escupir a la cámara…
- Oiga, no puedo levantarme, me tiemblan las piernas.
- Pues mira a ver lo que haces. Yo no te voy a llevar en brazos. Ni siquiera te voy a tocar: estás cagada y llena de vómito hasta el pelo.
Las horas de estar en cuclillas, me han dejado incapaz de moverme. Pero tengo que salir de aquí y librarme de la locura de la luz de formol.
- ¿Ves cómo sí podías? Anda, vamos a lavarte.

Me quitan la ropa. Me tiran al suelo. Me lanzan el chorro a presión.
Abro la boca y me trago toda el agua que puedo.
Ahora me vuelvo a sentir con fuerzas. Vuelvo a recuperar la posibilidad de vomitar, de mear, de cagar, de llorar, de escupir y de moquear.
¡Qué cerca he estado de la locura!
Y a ese le he vuelto a ver la lengua. Aunque, extrañamente, no me han dado ganas de arrancársela. Será porque tenía otro gesto. Parecía un gesto de compasión, de tristeza.
¡Uy, que te estás volviendo loca de verdad!
Es un cerdo, lo mires como lo mires.
Es un cerdo que se va a quedar sin lengua. ¡Lo juro!

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