LA VIDA SIN PRISA. TIC-TAC. TIC-TAC...

La vida es un tic-tac que se puede llenar con una redonda, o con dos blancas, o con cuatro... Todo estará bien siempre que sea con algo que merezca la pena y ... sin prisa.

viernes, 20 de abril de 2012

Recién nacida.

Está decidido. Me voy a quedar así, quietecita, calentita, con los ojos cerrados, con el dedo gordo entre los labios, acariciándome el muñón de la lengua.
¿Se puede llamar muñón a esto que se mueve dentro de mi boca?
No recuerdo haber estado nunca así de agustito. Tan conforme con la situación.
¿Qué cuál es mi situación?
Pues resulta que me acabo de cortar media lengua con unas tijeras de podar que tenía escondidas en el estanque del patio, bajo los nenúfares. Unas tijeras que, sin duda por descuido del jardinero del psiquiátrico, me han servido para librarme de una infección que me contagió un segurata de aquí mismo cuando le seduje para arrancarle la lengua con mis dientes: era un cerdo que se reía de mí porque pensaba que estaba loca.
Eso lo debió deducir porque una jueza frígida de mirada sarcástica le hizo caso a la policía cuando le contó en el juicio que yo había entrado en la farmacia con un cuchillo para atracar y, de paso, llevarme unas anfetas. Les creyó y ordenó que me encerrasen aquí.
Mentira, todo mentira. Yo fui a buscar sacarina, polvos blancos que me ayudan a engordar. Porque yo decesito engordar, para estar fuerte y, así convencer a la otra jueza de que me devuelva la custodia de mis dos hijos. Aunque bien mirado, con veintiocho y veintiséis años, que tienen cada uno, ya no necesitarán que nadie los custodie.
¿Qué estaba yo pensando? Ah, sí.
Pues no, no lo recuerdo, pero seguramente cuando estaba dentro de la matriz de mi madre, debía sentirme de la misma manera.
¡Cómo me gustaría quedarme así para siempre! aunque sería mejor nacer otra vez, pero al revés: volver a entrar y flotar allí.

Ahora el chirrido de la puerta. Chiiiiiiiiirrrriiiichirrrriiiiii. Chiiiiiiiiirrrriiiichirrrriiiiii. Chiiiiiiiiirrrriiiichirrrriiiiii. Chiiiiiiiiirrrriiiichirrrriiiiii.
La cerradura. Charkleeengggg Xaarsnkckclrrchchj, Xaarsnkckclrrchchj, Xaarsnkckclrrchchj.

Claaasssspppppssppppsssspppp, Claaaaaasssspppppssppppsssspppp,

¡Por Dios, avisad al doctor! ¡Creo que está muerta!
No, no lo estoy. Se lo han creído y, si consigo mantenerme sin respirar el tiempo suficiente, lo mismo me entierran y puedo quedarme metidita en el ataúd para el resto de mi vida.
¡Espero que no se les ocurra hablar de incineración!, porque eso me obligaría a deshacer el engaño. Nunca he aguantado los sofocos y menos desde la menopausia.

He oído decir que el entierro será a las doce. ¿Qué hora será ahora?

Me están envolviendo en una sábana. Por lo menos está limpia.
Me cogen entre dos y me colocan en… un ataúd.
Me palpita el corazón, desbocado. ¡Calla, loco. Que nos van a descubrir!
Eso debe ser la tierra sobre el ataúd.
Silencio…
Silencio…

Y quepo en posición fetal. ¡Esto es vida!

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