LA VIDA SIN PRISA. TIC-TAC. TIC-TAC...

La vida es un tic-tac que se puede llenar con una redonda, o con dos blancas, o con cuatro... Todo estará bien siempre que sea con algo que merezca la pena y ... sin prisa.

jueves, 12 de abril de 2012

Gorda.

No recuerdo cuando fue la última vez que lo hice. Lo de mirarme al espejo, digo.
Calla, sí, Fue el día que cumplí los cuarenta. Aún no me habían quitado a mis hijos. Dijeron que no era capaz. Mira tú, capaz.
Soy capaz de todo, de cualquier cosa, de lo más insospechado, de…
Bueno, pues según las cuentas hace ya diecisiete años. Aunque juré que no volvería a hacerlo, ahora ya no importa porque eso fue en otra vida.
Aquella vida en la que yo era una feliz ama de casa con dos hermosísimos hijos y un marido que era la envidia de todo el mundo. Esa vida en la que cada cosa estaba en su sitio. Aquella vida en la que conseguí detener el tiempo y… Ya no me acuerdo bien pero incluso logré detener mi envejecimiento.
¿Cómo era yo? Pesaba cuarenta y dos kilos. Estaba gordísima. Fue cuando decidí romper el espejo. Ese espejo mágico que era el único que me decía la verdad. Todos se empeñaban en que estaba delgadísima. El peor de todos era mi marido. No comprendía que no son lo mismo cuarenta kilos en una persona altísima que en mí que sólo medía uno setenta.
Pero el espejo si me lo decía. El lo sabía y me lo hacía saber a mí: ¡Gorda, estás como una foca gorda!
No lo rompí por eso, no. Lo hice por su obstinación en devolverme una imagen irreal de mí cuerpo. Me hacía creer que estaba vieja. No podía ser con cuarenta años recién cumplidos. Y ese aspecto de vieja. Gorda y vieja.
Luego fue lo del alcohol y los polvos blancos. Quizás la mejor época de mi vida. Sobre todo por la desinhibición que me produjeron. Era capaz de todo.
A partir de ese momento he llevado las riendas de mi vida.
Ahora, mi vida es casi como yo la deseo: vivo tranquilamente. Le arranco la lengua al que se lo merece y me están friendo cada semana.
Pero me ha entrado la curiosidad por verme en el espejo. Tengo que estar estupenda porque me he cuidado mucho: poco plato y mucho zapato. A lo que yo he añadido lo de vomitar y procurarme una colitis permanente.
Me ha entrado la curiosidad porque oí que tendrían que suspenderme el tratamiento de los voltios porque no llegaba a los treinta y ocho kilos de peso.
Debo estar estupenda. Era el peso que yo consideraba ideal. Y, ahora lo he conseguido. Me falta comprobarlo en el espejo.
Por eso se lo pedí a la enfermera y creo que me lo van a permitir. Lo creo porque, al salir, le dijo al médico que creía que eso me haría reaccionar. Ya veremos…

Claaaaaasssspppppssppppsssspppp, Claaaaaasssspppppssppppsssspppp,
La cerradura. Charkleeengggg Xaarsnkckclrrchchj, Xaarsnkckclrrchchj, Xaarsnkckclrrchchj.
Ahora el chirrido de la puerta. Chiiiiiiiiirrrriiiichirrrriiiiii. Chiiiiiiiiirrrriiiichirrrriiiiii. Chiiiiiiiiirrrriiiichirrrriiiiii. Chiiiiiiiiirrrriiiichirrrriiiiii.
¡Anda, mírate!
¿Soy yo esa? ¡Imposible!
Yo no puedo ser esa vieja, gorda y, ¡con esa lengua, no, no…!
No sé cómo pero he salido corriendo, he llegado al jardín y me he conseguido echar al estanque sin que me alcanzasen.
Estaban allí, claro. Todo este tiempo soñando con nenúfares era una premonición, un aviso de que no se me olvidase dónde estaba mi salvación.
En una maniobra rápida, automática lo he conseguido hacer.
Ya no volverás a asomar entre mis labios. Ha sido horrible, pero necesario.
Sin duda me lo contagió con la suya, ese asqueroso de segurata.
Pero, ya está. Menos mal que he estado rápida. Y que delicioso mareíto me está entrando. Un delicioso mareíto con saladillo de 0 positivo. En posición fetal y, de nuevo sin espejos.
¡Estaría así toda la vida! ¡Soy feliz!
Ahora el chirrido de la puerta. Chiiiiiiiiirrrriiiichirrrriiiiii. Chiiiiiiiiirrrriiiichirrrriiiiii. Chiiiiiiiiirrrriiiichirrrriiiiii. Chiiiiiiiiirrrriiiichirrrriiiiii.
La cerradura. Charkleeengggg Xaarsnkckclrrchchj, Xaarsnkckclrrchchj, Xaarsnkckclrrchchj.

Claaasssspppppssppppsssspppp, Claaaaaasssspppppssppppsssspppp,

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