LA VIDA SIN PRISA. TIC-TAC. TIC-TAC...

La vida es un tic-tac que se puede llenar con una redonda, o con dos blancas, o con cuatro... Todo estará bien siempre que sea con algo que merezca la pena y ... sin prisa.

miércoles, 11 de abril de 2012

No pudo aguantar.

Estaba reciente la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. Pero esa no tuvo que ser la causa, porque él se debió alegrar con la noticia y seguro que el domingo volvería a haber baile en la casa del pueblo para celebrarlo. No, esa no fue la causa.
A él ya le rondaba hacía tiempo por la cabeza, seguro. Algunas vecinas le habían visto, en los días anteriores al suceso, frecuentar caminos por los que no solía caminar. Las tierras de labor que tenía arrendadas no estaban por allí. Seguro que ya lo había pensado y que no se había atrevido. ¿Le faltaba el valor del cobarde? O es que aún veía algún rayo de luz iluminando el futuro.
¿Cual sería la causa de que aquel 12 de marzo, se encaminase hacia la vía del tren?
Creo que no pudo resistir el cúmulo de desgracias que se le vinieron encima. Y eso que aún no conocía todas las que estaban por venir y que los que le sobrevivieron si que conocieron. Por ejemplo que a uno de sus hijos se lo llevarían a esa guerra que aún no había comenzado y que, ya terminada y de retirada, “una bala perdida”
Impediría que regresase a casa para ayudar allí. Ahora es uno de tantos de los que se amontonan en una fosa común de localización desconocida. Tampoco llegó a ver como fallecía otro de sus hijos en la adolescencia, víctima de un doloroso osteosarcoma. Lo que si había llegado a ver fue como se lo devolvían a casa con un fatal diagnóstico y una pierna amputada con apenas dieciséis años. También conocía el diagnóstico que se cumpliría en su siguiente hijo varón. Un diagnóstico que confirmaba que quedaría ciego. Lo que ocurrió poco después, cuando apenas acababa de cumplir los diecisiete años.
Supongo que otra de sus preocupaciones sería la situación de su hija mayor que era madre soltera y vivía en la casa con su hija.
Él mismo, tenía lo suyo porque era diabético y sufría un glaucoma que le estaba dejando sin vista, se sentía muy mermado y manifestaba su desesperación por convertirse también en una carga.
Se tragaba para sí los fatales diagnósticos y no los compartía con su futura viuda. ¿Quizás llegó a pensar que llevándoselos al otro mundo con él, desaparecerían con él?
No, no puedo culparle de nada. ¿Quién soy yo? Pero estoy seguro que a su viuda si que se le ocurrió hacerlo. Dejarla sola en medio de esas circunstancias y de las que estaban por venir guerra y posguerra incluidas, había sido una putada.
Si hubiese podido aguantar la presión, o la hubiese compartido, o ¿Qué sé yo? Quizás hubiese llegado a alegrarse con los supervivientes del desarrollo final de los acontecimientos.
Su hija mayor, una vez acabada la guerra, se casó con el padre de la criatura y llevó una larga y feliz vida. Su hijo mayor, el ciego, ahí sigue con los noventa y tres cumplidos, jubilado de la ONCE y disfrutando de la compañía de su propia familia con hija y nieta incluidas. El resto de La hija y el hijo más pequeños que el conoció hasta los trece y once años respectivamente, están viviendo también una larga vida y rodeados y atendidos por sus familias y recordando y haciendo recordar.
De su viuda, ya os he hablado. La que rezaba por los muertos porque “ellos no pueden rezarse” y hay que ayudarles a salir del purgatorio.
Ya sé por quien rezabas.
¡Lástima no haber podido aguantar un poco más!

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